Taguada
Andrés Montero
En Taguada, Andrés Montero construye una narrativa que va más allá de la mera recreación del legendario contrapunto entre dos payadores chilenos—el mulato Taguada y don Javier de la Rosa—para transformarse en una meditación sobre la memoria, la oralidad y el poder de la narración en la identidad de los pueblos. Impulsado por un relato fragmentario escuchado en la infancia, transmitido de su padre y, antes, de su abuelo, el narrador se entrega a una búsqueda obsesiva: rastrear las huellas de este duelo poético, ocurrido, quizás, entre 1790 y 1830 en el valle central de Chile. No es solo una persecución geográfica—por lugares como San Vicente de Tagua Tagua o Los Lingues—sino también un viaje en el tiempo y la emoción, un intento de recomponer una historia que se balancea entre mito y realidad. Así, se despliega una travesía para comprender cómo las historias populares, al pasar de boca en boca, resisten el olvido, aun cuando su verdad histórica permanezca esquiva.
La novela se estructura como un mosaico de voces y perspectivas que enriquecen la figura de los payadores sin terminar de delinear sus contornos. El mulato Taguada emerge como un personaje enigmático: un peón de origen humilde cuya destreza con el guitarrón chileno y la improvisación lo eleva a la categoría de leyenda. En torno a él circula un rumor, susurrado entre campesinos y recogido por el narrador, que lo vincula con un pacto diabólico, una creencia que impregna su historia de un aura de misterio y fatalidad. Frente a él, don Javier de la Rosa, terrateniente culto y dueño de tierras, representa una tradición más elevada, aunque en principio más vulnerable en este tipo de contiendas.
Taguada señala la fragilidad de la tradición oral ante la historia oficial y el paso del tiempo. El narrador, al entrevistar a payadores contemporáneos, personajes históricos e incluso figuras como Nicanor Parra, descubre que aquel contrapunto no es solo un evento perdido, sino un símbolo de resistencia cultural, un vestigio que se niega a ser plenamente capturado. La obra sugiere que la búsqueda de estas historias no pretende tanto desentrañar una verdad factual como conectar con las voces que moldean el imaginario de un pueblo. A través de personajes de distintos momentos históricos, el eco del duelo resuena en generaciones posteriores, transformándose en un relato colectivo que desafía su propia extinción. Al final, más que reconstruir un duelo legendario, Taguada reafirma la urgencia de narrar: contar historias es, en última instancia, una forma de existir y formar comunidad.